jueves, 11 de julio de 2013

LA CRISÁLIDA


De la crisálida de la nada surgió un sofoco que pudo desarrollar su metamorfosis completa y, con el transcurrir de las horas, convertirse en gozo desnudo. Superado ese estado quiescente previo al de adulto, la oruga resultante no se conformó con devorar las hojas del paraíso sino que se nutrió de libido en tan altas proporciones que cualquier gesto desembocaba, casi sin querer, en un precipitado de labios y manos, a consecuencia de lo cual no había día en el que, agotado, no terminara muy cerquita del colapso. Fue así como, a duras penas, sobrevivió a su primera semana de vida.

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