Mezcla de silencio y humo, aquél esbozo de anhelo resultaba a todas luces
un supuesto, una mera hipótesis dentro de una muchedumbre de apetitos, ninguno
de los cuales contenía visos de convertirse en carne de realidad alguna. Qué
tendría que ocurrir, se preguntaba, qué confabulación de planetas tendría que
acontecer para desenredar esa maraña de deseos y que se hiciera realidad aquel
instante en el que unos labios, por ejemplo aquellos, llegaran a ser rozados
por otros labios, que bien pudieran ser los suyos.
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