martes, 9 de julio de 2013

AMARGURA POR DEFECTO


La amargura por defecto, la propia de cualquier día, se adueñaba del aire. Aquel lecho huérfano de realidad y sus ojos alborotados eran la prueba evidente de los miedos irresistibles que le devoraban noche tras noche y le impedían comprender y hasta comprenderse. El tiempo rara vez le dio tregua hasta que, finalmente, el milagro llegó en forma de solidaridad y vergüenza.

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