Lo
irresoluble del problema residía precisamente en el delirio con el que estaba
formulada la solución. Indubitable por naturaleza, el bípedo implume que
siempre quiso ser mitad monje y mitad soldado, bullía y bullía espasmódicas secuencias de razonamientos que eran
transmitidas por distintas frecuencias al común de los mortales, resultado de
todo lo cual la mayoría de los receptores, como quien dice el mundo, terminó
considerándole mitad rarito y mitad tontito. Y fue a eso y no a otra cosa a lo
llamó incomprensión.
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