lunes, 10 de febrero de 2014

ALMA PERDIDA


Una tarde perdió su alma. Al darse cuenta, buscó y rebuscó por todos los rincones de la casa, preguntó al portero, a los compañeros de trabajo, en la tienda de los chinos, y nada: el alma seguía sin aparecer. Los días pasaban y conforme la oquedad y el vacío se iban acrecentando en su interior, empezó a sentirse débil y demacrado, y a preocuparse de verdad. Pensó en pedir ayuda. Carteles por las farolas del barrio. Ir a la televisión. Pensó también en entregar una recompensa a quien la encontrara y se la devolviera pero ¿qué recompensa puede ofrecer un hombre por su alma perdida?

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