Cáustico y malicioso, vivía las más de las
veces adormilado en brazos de una melancolía insana, y resultaba un ejemplo
claro de lo que se conoce como un alma atormentada. Este hombre, a semejanza de
aquél ilustre aqueo, se sentía sólo de paso en un mundo que aparecía ante sus
ojos repleto de sombras y dudas, y en el que sólo se encontraba realmente a
gusto cuando no hacía nada. Y eso hacía, no hacer nada, salvo aquellas tareas
imprescindibles conducentes a garantizar y hacer posible ese no hacer nada, que
a veces le procuraba arduos trabajos y no menos complicadas explicaciones.
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