sábado, 1 de febrero de 2014

EL DECESO


Una voz indiferente y lejana, muy propia de viejos, le predijo con exactitud cómo y dónde sobrevendría el deceso: ocurriría sin dolor, entre gente extraña, y bajo un cielo sin nubes. En varias ocasiones, in extremis, había sido rechazado por la parca, y aunque se sentía fatigado y algo ahíto, nunca había deseado de forma verdadera dar por finalizada su estancia entre los vivos. Aquél día salió a la calle en busca de un regalo cuya inutilidad fuera completa, radical, y que, quizá por ello, tuviera un valor enorme. Aquél día su pecho parecía querer estallar, y no había nubes.

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