miércoles, 19 de febrero de 2014

PEQUEÑOS DETALLES


Fue esa costumbre inveterada de prestar atención a los pequeños detalles lo que le permitió observar cómo el primer botón de su camisa sentía una predilección especial por el segundo ojal. La intrincada coreografía de la vida impuso sus condiciones y, al tratarse de una querencia irracional pero muy intensa, poco o nada pudo hacerse al respecto. Como perros educados en la satisfacción del puro instinto, el botón buscaba el ojal equivocado, con la plena aquiescencia de éste, y aún a pesar de qué hacía lo imposible porque su corazón permaneciera en calma, las refriegas amorosas que se desarrollaban en las entretelas de su pecho impedían  por completo toda tranquilidad de espíritu.

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