Como
si del espíritu del agua se tratara, se la notaba cómoda navegando en sucesivos
círculos de introspección. Traviesa, ocurrente y desenfada, era poseedora de un
tipo especial de belleza que, dicen, es privilegio de la grandeza de alma. Cuando
apagaron la luz y se abrazaron, se sintió cómplice consciente de los tiempos
extremos que les había tocado vivir, y asumió que a su lado cualquier cosa
podía ocurrir.
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