Centelleaba
sobre el mármol la última luz de invierno, pero el mundo estaba vacío. El
fundamento último de dicha vacuidad tenía su origen en la existencia de un
orden aparentemente caótico que daba por bueno lo inadmisible y que consideraba
absurdo hechos tales como el heroísmo de los verdugos. Horas después, las motas
de polvo danzaban y se regodeaban felices en torno a la última luz de invierno,
pero el mundo seguía vacío.
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