No sería
la primera ni la última vez que querubines y satanases fornicaran como locos en
la cabeza de algún poeta. En este tipo de escenas suele ocurrir que el medium,
además de poner la cama, debe atender al cuidado de las heridas provocadas por
tanta fricción. Así las cosas, lo más normal es que el poeta busque la sanación
lamiendo sin heridas sin que acierte a poner remedio, aun en el improbable caso
de que las conociera, a las causas que las provocaron. Y eso aun a pesar de que
son muchos, cada vez más, los que saben que no es bueno que lo urgente
postergue eternamente a lo importante. Finalmente, en un alarde de
originalidad, se recurre a la química, pero como la automedicación no siempre
eleva la autoestima, al cabo de un rato estamos en las mismas, es decir, en la
folladera.
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