Sentado frente al mar, la amarga bruma que rezumaba el texto
contrastaba con la hermosura del entorno. En aquellas páginas se llamaba a
perseguir la herejía que anida en el corazón de cada máquina. La elección a la
que debía enfrentarse todos y cada uno de los artefactos, en opinión de su
autor, era muy simple: apostasía o desguace. Pero más allá del libro, sobre el
libro, alrededor del libro, estaba el mar…tan lindo, tan radiante, tan amable,
que costaba dios y ayuda sumergir la mirada en la negritud de aquellas letras.
El caso es que vivía en un lugar muy alejado de la mano de cualquier dios
sensato, y eso se nota. Se nota hasta a la hora de leer.
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