lunes, 14 de marzo de 2016

MURALLAS


De su boca salió la saliva en la que los tibios ahogaron sus penas. Algunos se acostumbraron a la acidez de la baba sagrada y sobrevivieron. Otros no. Pero a pesar de que a primera vista pudiera parecer lo contrario, no fueron estos supervivientes los más afortunados ya que, aún reptaban muchos en medio de un barrizal de espumarajos, cuando cayó sobre sus cabezas un ritual sistemático de fuego y destrucción. Quedaron finalmente los justos, los niños. Fueron ellos los que pudieron escuchar los acordes de la trompeta de Davis, que es como decir de la trompeta de David, y ahí sí, las murallas cayeron y todo terminó. 

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