Se afanaba por conocer la razón de ser de las cosas en general y,
para más Inri, pretendía dotarse de una
visión propia de esa historia que dio comienzo en las cavernas y que
probablemente terminaría en el mismo lugar. Con todo, la presencia entreverada
de técnica y necesidad hacían de su profesión – trece años como actor porno,
que se dice pronto- algo llevadero, una posibilidad que parecía ir más allá de
la vieja dicotomía entre dios o lógica. Y es que ocurre que, si bien es verdad
que la gente aguanta lo que no está escrito, un alivio de vez en cuando resulta
de agradecer.
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