En el aire flotaba la levedad propia de las tardes de estío, y
pareciera como si el mar de monotonía en el que se había convertido el tiempo
fuera a inundar de un momento a otro los pocos compartimentos del alma que se
mantenían secos y a salvo de la redundancia, la repetición y la invariable
periodicidad. Entre anestesiado y falto de aire, hacia como que buscaba
soluciones.
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