lunes, 11 de mayo de 2009

CANTO

Hasta que encalle la muerte o hasta que la vida toda calle haciendo encallar así, por endemoniada concatenación de voluntades, todo vestigio de ruido; hasta el momento mismo en el que las cuerdas del clavicémbalo sean heridas con los picos de una pluma y dejen paso, en su sufrir, a los pífanos labios de mil travesuras; hasta que las vestiduras del aire digan hasta aquí he llegado, y se desgarren en intersticios prefigurados para romperse al fin en mil regalos de rosas hondas; hasta que el desolado y negro sol se siente a esperar ese otro sol ausente que anuncie el aciago mediodía; hasta ese instante, en el corazón mismo del obsceno pedernal, las alocadas voces de mi canto se bastarán para dar cuenta de mi sed de ti.

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