viernes, 15 de mayo de 2009

EL ANZUELO

A mi también me duele la palabra, pero aquí me tienen una vez más paladeando uno a uno los manoseados signos que, cansinos y amargos de tanta ausencia, vuelven de nuevo a mi conciencia con la promesa, mil veces repetida, de que el día menos pensado serán mi único consuelo. Después de tanto tiempo vivido a deshora y trasmano de todo tiempo y espacio, renunciar ahora a un anzuelo tan sedoso y ensoñador no sería razonable y, sobre todo, no serviría de nada. Sea como fuere, noto en mi interior cómo la callada iracundia se va gestando, mientras por fuera me abrazo con torpeza a una vida que se va cretinizando a ojos vista, y yo con ella.

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