martes, 26 de mayo de 2009

PESPUNTE

Realizo mi labor de paciente zurcidor hilando una a una las palabras, con la particularidad de que, después de cada palabra escrita, vuelvo la tecla hacia atrás para meter la hebra del signo en la misma tecla que antes toqué. Todo este trajín de calceta pseudo literaria lo ejecuto dejando fuera más o menos la mitad de las palabras que se me van ocurriendo, de suerte tal que entre frase y frase, como quien dice entre pespunte y pespunte, van quedando tantos hilos de hueco como huecos lleva cada palabra. Eso es a lo que yo llamo no dar puntada sin hilo o, si lo prefieren, escribir con pespuntes. Me agrada sobremanera esa forma de ir construyendo con puntadas la martingala de signos que permiten ir uniendo, casi sin esfuerzo, dádivas de silencio con estratos de realidad. Mientras me afano, vienen a mi cabeza fragmentos incomprensibles cuya razón desconozco: dobleces, sisas y plisados de nieves horadadas que se van elevando como si fueran en globo, tientos de pantalones fucsia y wolframio que debían pertenecer a un pariente lejano y, como no, la imagen de mi madre apacentando hechuras para que a su regazo descanse todo el peso de la luz.

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