sábado, 2 de mayo de 2009

ESPAÑA

Entre los tesoros de su memoria se escondían errantes figuras de barro, tristes historias de despedidas y de borrachos fracasados que ahogaban el espanto de la verdad en profundas tinajas de vidrio. Si las vidas fueran paisajes, ella sería un descampado que, peinada y repeinada hasta la frustración, salía de la alcoba dispuesta a contar la crónica mugrienta de su propia depresión: una oscuridad visible en el que acaba convertido el eterno mal de la náusea melancólica, y que lo describía con forma de sol negro con sabor a bilis. Incapaz de comprender una realidad distinta a la suya, incapaz de comprender, en fin, realidad alguna, se esforzaba todas las mañanas, con una lucidez digna de mejor causa, en resolver el problema de España en vez de resolver el suyo propio. El problema primigenio, es decir, el problema de España, lo empezó definiendo como un círculo vicioso que se convirtió en circuito ferial para terminar travestido en un mero circo interior más o menos bruto. La untuosidad de su delirio le llevaba a pensar que aquellos que no pueden ser otra cosa son españoles, y aquellos de entre los españoles que a su vez no pueden ser otra cosa son poetas, poetas españoles, que es la forma de ser que adoptan los que, por doble imposibilidad, no han podido llegar a ser otra cosa alguna mas que lo que son.

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