domingo, 24 de mayo de 2009

CON TAL DE MORIR

Los mangos explotaron y todos los espantos del mundo se esparcieron por su rostro como ácidos lúcidos y corrosivos que anunciaban, sin quererlo, el relato detallado de todas aquellas abominaciones esenciales capaces de hacer temblar a cualquier ser vivo por el simple hecho de serlo. Como podrán imaginarse, su aspecto exterior resultaba poco presentable, y en su interior reinaba ese desasosiego propio de quien está en medio de algo que nunca llegará a entender. Mientras la niebla se esparcía por su intestino, no podía dejar de oír al extraño que vivía dentro de sí, y se recreaba hablando de anécdotas nimias y de equívocos nacidos en los estratos profundos de una memoria de la cual no sólo se sentía ajeno por completo sino que, a poco que lo pensaba, le resultaba enajenante. El tiempo pasaba y la noche caía sobre los restos de otra noche que a su vez fue alumbrada por otras muchas noches más oscuras y primigenias a las que en última instancia parecían querer remitirse. Y es que hay gente que ya no sabe qué hacer con tal de morir.

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