martes, 19 de mayo de 2009

MARÍA DE LA O

No envidio tu suerte de garnacha tinta que persevera en sus aromas de desgraciaita y sabores de gitana ansiosa que todo lo quiere. Que todo lo quiere porque quererlo todo era la única forma que se te ocurrió para alimentar de negras visiones esos ojos negros y enormes, salpicados a ratos, eso si, de sandungas, dicharachas y bullangas. Que todo lo querían aquellos ojos mustios y apaleados de tanto sufrir, y es por eso que querían candela para seguir sufriendo. Y el agua para la sed. Y los caprichos que dan las monedas. Y los mantones. Y los labios y las sedas. No envidio la redondez de esa suerte tuya, María, propia de quien todo lo quiere, teniéndolo to’. Llevas a cuestas tu cruz, alta de luna y estrellas, y el grito contenido de quien supo reconvertir el susto en asombro y se tragó el espanto propio y el ajeno como algunos políticos se tragan los sapos, es decir, prácticamente sin que se note porque has de saber María que notarse no se te nota nada. Saltopatrás sin apenas tenerme en pie cada vez que te vienes a mi memoria, y eso debe ser otro castigo que dios me manda sólo para que no estés sola.

No hay comentarios:

Publicar un comentario