domingo, 3 de mayo de 2009

REALIDAD

La realidad es lo que es gracias a que se engaña a sí misma con el mismo entusiasmo con el que los fanáticos cultivan el elogio mutuo y los dioses la introversión más extrema. Con esmeros y cuidados que harían ruborizar a la mismísima Madonna, se acicala cada día para parecer lo que no es. Se trata, por tanto, de un truco. Toda ella es un mero truco, muy parecido al del viejo truco del polvorón, pero con consecuencias más demoledoras. Cuando la realidad miente se convierte en una realidad mentirosa como tantas pero no por ello deja de ser realidad. Tenemos que empezar a acostumbrarnos al hecho de que la realidad realice cosas inexplicables y a no preocuparnos mucho por ello. Al fin y al cabo, la efectividad de lo real, su valor práctico, está fuera de toda duda. Por definición, nada ni nadie es más real que la realidad misma, especialmente a partir del día aquel en el que la realidad tomó conciencia de lo real, es decir, tomó conciencia de sí misma, tras un fuerte golpe en la nuca que terminó en urgencias. A partir de entonces, la realidad, ser diletante donde los haya, eligió no elegir, y se dijo a sí misma que nunca se enamoraría de nadie, y mucho menos de la realidad equivocada. De hecho, a la realidad siempre la dan gato por gato. Y esa es la principal diferencia entre un perro que agoniza, cualquier imbécil, y la realidad: ellos, los perros y los imbéciles, rara vez se equivocan, pero pudiera darse el caso; la realidad, por el contrario, en esto es taxativa: nunca se equivoca. Claro que también tiene sus momentos bajos. Hay días en los que se mira en el espejo y percibe en su rostro la triste realidad de una realidad envejecida. Hay otros días en los que mira a su alrededor, cierra los ojos, y se siente sola. En días así la realidad llora realísimas lágrimas como puños y sólo la reconfortaría el abrazo de una verdad cualquiera, aunque sea imaginaria.

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