miércoles, 24 de junio de 2009

ALGO NO IBA BIEN

Insuficientemente muerto como para estar muerto del todo, y lo suficientemente muerto, empero, como para parecer de todo menos vivo, sobrevivo como puedo suspendido en medio de un tiempo lunar, extraño y equidistante entre el ser y el no ser. En estas circunstancias, sólo el miedo destacaba por su abundancia y claridad. Permitan un ejemplo que, a modo de botón, pueda darles una visión del panorama: adiposas, las hiedras de alcantarilla dejaban ver sus herrumbrosos sexos de forma y manera tal que, ya fuera en posición oblicua o en posición giratoria, mostraban a las claras la espesura de un argumento -vivir para el placer- agotado en sí mismo y que se alimentaba de su innata y oscura imposibilidad. Allí, hasta los dioses parecían descentrados, con el resultado de que, ahítos de visiones, ciegos de tanta luz, se mostraban incapaces de procesar lo que captaban sus sentidos y sucumbían finalmente a manos de la ceguera más absoluta, que como todo el mundo sabe es la que padece aquel que no quiere ver. No queriendo ver, y chorreando luz por los cuatro costados, imaginé que mi única fuente de salvación estribaba en volver a andar sobre las aguas utilizando para ello mis pies de piedra mal tallada. Definitivamente, algo no iba bien.

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