sábado, 13 de junio de 2009

LA FÁBULA DEL PÁJARO Y EL ESPEJO

Entre los entresijos mismos de la memoria di comienzo a un paseo solitario y delirante que me condujo al gris horizonte del tiempo, y de ahí al nido de un pájaro que, según pude constatar hoy mismo en el espejo del baño, resulté ser yo. Así comienza la fábula en la que tuvo lugar la escena más maravillosa jamás imaginada por mente alguna. Difícil de narrar incluso para aquellos que tienen el don de realizar representaciones de forma agraciada, es decir, difícil incluso para aquellos agraciados con eso que llaman talento, la misión se torna imposible cuando se tiene que escribir desde la más normal de las capacidades y pretendiendo un estilo afilado, telegráfico y sincopado. Describamos primero la atmósfera: el murmullo de todas las nieves desaparecidas conducía a un viejo aeropuerto somnoliento donde yacían hacinados los motores del deseo, todo ello en medio de un bosque de bambú y sauces llorones. Vayamos ahora, por decirlo de alguna forma, al nervio narrativo: el caso es que el pájaro protagonista de la historia se vio envuelto, sin comerlo ni beberlo, en una guerra sin cuartel entre unos cuerpos que se resistían a ser meros huéspedes habitados, y unas almas alienígenas que todo lo querían ser porque todo lo habían sido ya. Intruso en su propio polvo, enajenado por las geografías del cobre y el alcanfor capaces de transformar todo aquello que tocan en puro movimiento, el pájaro se limitaba a tomar buena nota del destructivo silencio que habita en la cultura del sueño y la materia. La moraleja final consistía en una pretensión ilusoria e imposible, consistente en que todos los lectores, o por lo menos algunos de ellos, reflexionaran sobre lo conveniente que resulta no fiarse ni un pelo de aquellos que piensan que, hagas lo que hagas, nada va a cambiar. Bien es cierto que la escena más maravillosa jamás imaginada por mente alguna no aparecía por ningún lado (se trataba de un mero truco para atraer su atención), pero como decía el pájaro, yo no soy el ornitólogo dotado de la ciencia y la verdad, pero tengo en el cerebro un pájaro azul que es el que me ayuda a volar.

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