miércoles, 3 de junio de 2009

MUTIS

Variables en su duración e intensidad, el desgarro y la perplejidad propias de quien mal vive en tierra extraña sólo se ve atemperado por el recurso a la memoria y, más allá de la palabra o la imagen, por el refugio en el mutismo, el más radical de los silencios, ya sea éste voluntario o impuesto. Los desiertos adoptan visos de eternos y pareciera como si el manantial nunca fuese a aparecer. Se sabe sólo. Estira la mano buscando alrededor, y sólo acierta a tentar una suerte de desolación innominada e incorpórea. Por extraño que parezca, de ese vacío poderoso nace una costumbre sin fe, una suerte de imitación vaga de la vida, consistente en adorar toda materia que haya sido objeto de beso. Y es ese goteo de frías certezas lo que le permite, segundo tras segundo, negarse a morir. De hecho, suele decir a quien quiere escucharle que no quiere saber la verdad, si es a eso a lo que llaman morir, dicho lo cual suele retirarse de la escena.

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