miércoles, 17 de junio de 2009

PASADO MAÑANA

Blanco y solo como la luna, sediento de nubes como el nudo reseco del árbol viejo, los sueños abandonaron hace ya tiempo el hilo de sus decimonónicos discursos de bolero, mango y trementina. Falto de luz propia, enciende la del techo para contemplar en el espejo sus ojos de aguachirri. Los mira bien mirados y no se le ocurre otra cosa que ver en ellos la imagen de un sacerdote antiguo, vestal de un templo levantado en su propio honor, a falta de otro dios más cercano y creíble. Nunca acierta cuándo le vendrán a visitar. Piensa que hoy, y hoy ya no será hoy porque a la hora que es ya tendrá que ser mañana. Sí. Mañana vendrán los hijos que nunca tuvo, y los vecinos olvidados, y los amigos quejosos y doloridos, y el padre muerto. Y si no es mañana será pasado cuando vengan en tropel los hermanos y los primos, los tíos y tías. Más tarde, si todo va bien, vendrán las amigas de amar, esas mujeres enormes capaces de dejar tras de sí hechos picadillo los tiempos todos y buena parte de los espacios. Entonces tendremos tiempo de hablar de lo inexplicable y triste que resultaron ciertas cosas, decir eso de que entre todos la matamos y ella sola se murió, o si no muerta sí que parecía en nuestras manos muy enferma, tanto que ya no parecía amor si no costumbre, costumbre de amar que se convirtió en petrificado acto litúrgico de ese mismo amar, en rito que se comía la vida de cada día para terminar siendo nostalgia del asombro y la novedad de antaño. Sí, mañana puede que venga un tiempo sin ceremonias, un tiempo muerto repleto de herrumbrosas canas de alambre torcido. Pero eso ya será mañana, o pasado mañana, o a lo más tardar, al otro.

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