lunes, 29 de junio de 2009

SUBREPCIÓN

Dañado por voces cóncavas que reclamaban de mí lo imposible, supuré emponzoñados lagrimones y me desmayé después, creo, víctima de mi propio veneno. Entonces me pareció ver el vértigo de las sombras adueñándose de sus ojos y a las entrañas interminables, esas mismas que yacen entretejidas en los vientre de las hembras, dibujar extrañas danzas alrededor de mi cuello. Vi gatos pasando a gatas para que nadie les viera, y a las arañas bajar y subir por lo que después serían las arañadas paredes. Vi linces ciegos de buena cerveza pestañeando perplejos, y llegado el inaplazable día en el que el poeta se preguntó por su utilidad, llegué a ver, al fin, un poeta útil. Sin asomo de subrepción, vestido de mi mismo, me recreo en lo que creo ser llegando al corazón del fruto, es decir, al hueso, sin otro fin que sorberlo como tuétano que es.

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