domingo, 14 de junio de 2009

SUBJUNTIVO

Lame mi lengua la desgastada epidermis de aquellos que me son prójimos, con una particularidad: me encuentre donde me encuentre en la situación que me encuentre, y lo mire por donde lo mire, las huellas de todos mis actos rebosan subjetividad. Así pues, rara vez el indicativo refleja con rigor la categoría del modo en el cual suele desarrollarse mi existencia. Me pienso subjetivo y ese es el único estado en el que puedo relajarme y disfrutar de mi propensión a la duda metódica. De ahí que, al igual que la cabra tiende al monte, yo tienda de natural a la utilización indiscriminada del subjuntivo, con tan mala suerte que hasta ese derecho básico a la subjetividad me es negado por aquellos que de todo pretenden hacer ciencia. En mi caso, sólo me indico si resulta necesario para la mente, me prescribo entonces podríamos decir, sirviéndome así el indicativo para reparar la quebrantada salud de la que tan a menudo hago gala. Son esas gruesas y diabólicas venas en las que se atasca el óxido transparente, las mismas que fuerzan la flexión del tiempo, y una vez flexionado el tiempo, desde la categoría del modo, me fuerzan a mí a verbalizarme en lo virtual, en lo que pudiera ser posible, en aquello que deseé o que hipotéticamente me resultaba más interesante, en lo que creí, o en lo que deseé y temí a un tiempo. Esperanza de lo necesario, subjetivo pero junto a ti, no creo que llegue a tiempo para el disfrute de verdad alguna.

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