martes, 30 de junio de 2009

ELEGÍACAS PALABRAS

Todo él se entrega a un sol caprichoso y dormilón, mientras cierra los ojos hacia dentro y trata de recordar las mil maneras posibles de nombrar la luz. En sus sienes nieva hacia arriba y no tiene otra afición conocida que la de desenterrar antiguas palabras para evitar que, a fuerza de desuso, acaben resultando extrañas en su propia tierra. Fue hombre de muchas almas, con tan mala suerte que a todas las dio por hablar con voz propia, formándose en su cabeza un guirigay de toma pan y moja cada vez que tenía que adoptar una decisión de cierta envergadura. Como cualquiera puede colegir de lo dicho hasta ahora, nunca estuvo cerca del paraíso, y eso que se exprimió y exprimió mansamente hasta no poder dar más de sí, todo con tal de convertirse en un hombre de provecho. Gustaba también de rememorar sin ton ni son. En la tarde de autos que vino a su memoria, las almas tuvieron algo más que palabras, y es que la cosa no era para menos. Durante un buen rato observó el silencio, o el silencio le observó a él, que todo depende como es bien sabido del sistema de referencia. La habitación estaba oscura. A renglón seguido entró el padre con el cinto en la mano. Mientras aguantaba los zurriagazos prefería mirar al suelo. Pensaba en mil cosas: carmín, rana, amigo, madre…Cuando, agotado, su padre terminó la faena, un alma, la más valiente de entre todas, pronuncio las elegíacas palabras que le hicieron famosa. Vete a tomar por culo, padre, dijo el entonces muchacho. Y se fue.

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