domingo, 21 de junio de 2009

AMAR CANALLAS

Embarazada y sonámbula, volvió a enamorarse de quien menos debía, y todo eso ocurrió en la hora en que la noche debía sumergirse en su propia oscuridad y las rogativas y las interminables cartas que le enviaba su madre acababan de ser desleídas por un llanto insaciable y tardío. No podía evitarlo. Amar canallas tiene estas cosas. Si al menos hubiera tenido un espejo a mano, entonces hubiera podido ver cómo su ojo derecho se escapaba del cuenco en el que moraba, y si en medio de la somanta de palos hubiera tenido la suficiente paciencia como para pararse y escuchar, entonces habría escuchado cómo de su lengua de diamante no paraban de salir maldiciones y exabruptos. Todo parecía salir de sí menos su alma, que no salía por la sencilla razón de que ya no estaba allí. Y así pasó la noche y llegaron las primeras luces del día. Bello e inalcanzable, creyó ver en el cielo metafóricas sombras que, abusando de su lentitud, preludiaban tinieblas. Estúpida y terca como siempre, creyó también escuchar que necesitaban voluntarios en el mundo de los muertos, y dio un paso al frente. Creyó, pues, y amó. Muy de mañana, renegando padres y mentando madres, la vi irse calle arriba camino de la estación.

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