lunes, 22 de junio de 2009

EL LANGUI

El langui, uno de los fundadores del Cuartero de Alejandría, tenía por costumbre apagar la luz de la mesilla y viajar. Payaso en junio, berberecho en julio, saltimbanqui en agosto, bicho en septiembre y lombriz en octubre, llegó a noviembre con las fuerzas justas para convertirse en comediante atrapado por las salobres aguas del deseo. Diciembre lo dedicó íntegro a cosificarse, a ser cosa plural que mutaba con los días hasta que llegado el día diecisiete del mes decidió quedarse siendo piedra. Pero la piedra, como la edad, pesa, de la misma forma que se espesa también la sangre y el tiempo, y la única forma que se le ocurrió para aligerarla, además del consumo diario de aspirinas, fue pelar la cebolla del recuerdo y hundir a base de mamporros las teclas de esa máquina perturbada que parecía tener un tic-tac en su dura cabeza de silicio. Así pues, en enero escribió lo que tenía que escribir y febrero lo dedicó a olvidarse de lo escrito. Humo en marzo, flor en abril y oso en mayo, el Langui acumuló con el transcurrir de los años un considerable desbarajuste en su cabeza, hasta que el fin de la noche llegó, y con él, el fin del viaje.

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