lunes, 7 de diciembre de 2009

BOCAMINA

Es la convexa inconsistencia de sus palabras la que me hace llegar hasta el fondo de la oquedad. Allí, todo huele a sol y la niebla de deshace en lunas que giran dibujando eclipses en torno al centro mismo de su bocamina. Toda esa imperfección tan deseada habita ya en mis ojos y es lo que permite que, a la postre, el aljibe empurpurado de mentiras iluminadas quede abandonado a su suerte y pueda acercarme casi sin querer a los mensajes del misterio. Y a los misterios llego ciego, sordo e insensible, y sin un triste cuadernillo en el apuntar los desvelamientos que se produzcan en el orden en el que éstos se produzcan. Parto de mis raíces y me encaramo a las auroras que aún no son, y caigo alto, y salgo de mí para no explotar mientras caigo, yendo a caer al fin mi asaltada carne sobre la blanda tierra del plomo. Salgo pues malamente de los misterios, pero más consciente si cabe de la indeleble torpeza que palpita y da a luz la sombra que viste al desnudo. Escucho de nuevo la loca algarabía propia de un corazón entibado y desvaído, y me siento bien.

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