domingo, 13 de diciembre de 2009

LO SUFICIENTE

Fuera del tiempo, la embriaguez de la escritura resultaba insoportable. El cansancio iba encogiendo la lengua del escritor y era así como surgían inesperados papeles que se agavillaban en batiburillos de tensión que poco a poco y con precisión matemática iban devorando las entretelas de su creador. Era como si una especie de pan no terminara de llenar su buche de mamífero depredador convirtiendo a su vez en sobras al sujeto que lo consumía. Consumado el acto, el lastre del tiempo se hundió como un puñal sobre su espíritu y los secretos túneles que conducen a las azoteas del amortajado paraíso fueron anegados con capas y más capas de oscuridad que se superponían unas a otras en los diferentes planos conocidos de la conciencia. En ese instante crucial, llegada la hora de la batalla, el abismo indigerible se apodero del hombre insignificante que dice lo verdadero y lo acogió sobre si con un abrazo. Menos mal que guardaba en la urna oscura que tenia por cabeza, como si de un acto litúrgico y salvador se tratara, los suficientes restos de pensamiento inverso como para poder alejarse de la realidad y relajarse siquiera por un rato en sueños del que colgaban faldas a modo de transparentes columnas de aire y color. Se vio a si mismo, lánguido y elegante, mirando detenidamente los antiguos restos de agua que reposaban en la bandeja, escudriñando aquí y allá en busca de todo lo que de sutil e implícito pudiera encontrar. Y volvió a la carga. En una pantalla a cuadros fue construyendo de nuevo la atroz experiencia de un poema que se abría y se cerraba zigzagueando en caprichosos grumos indigestos. Por fin, después de infinitud de intentos, se sintió amo de un mundo tan minúsculo como su propia vida, y fue dueño siquiera por un instante del poder sobre su propia muerte. Lo suficiente.

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