Estoy sin mí, y me extraño. Rebosante de ausencias y sombras, triste y sin apenas sitio para la palabra, me soy desconocido. Lagunoso de uñas sucias, falto de sol, boca y ojos. Descuidado y frío, respiro sin mí. Por mi frente resbala todo lo increado y es en mi no ser y en todo lo inmensamente ciego que soy donde nacen las señales que me avisan del peligro. Negado, indolente y hasta falto de nombres que echarme a la boca, observo mi desorden desnudo y me veo ausente. Pero hasta aquí llego el vacío. La actriz suicida por fin se envenenó, y el otrora manso monstruo que me habita ha despertado. O eso al menos llegué a pensar. Sin mi y todo, levanto mi crin sobre la ruina que soy, y me dirijo directo a la fuente de la privación. Y todo para nada, para rendirme de nuevo sobre su pecho mientras observo sus espachurrados redondeles líquidos mirándome tras el cristal.
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