domingo, 27 de diciembre de 2009

LA ENE

Además de dar nombre a un conocido río del amado Perú, también la decimosexta letra del alfabeto español suele atender al nombre de ene, y dicen de ella que representa un fonema consonántico, ya que consonante es, además de nasal y alveolar por las razones que en su momento saldrán a relucir. Ni que decir tiene que la explicación anterior resulta insuficiente para describir el complejo mundo en el que se mueven las enes cuando salen de nuestra linda boquita. En mi opinión, si alguna virtud tiene la ene además de cumplir de forma correcta con las funciones consonánticas básicas, es su capacidad de adaptación al medio. Expliquémonos. La ene adopta forma de sonido alveolar cuando va al principio de palabra o entre vocales. Correcto. Sin embargo, cuando el lugar que ocupa es final de sílaba y se encuentra seguido de consonantes, entonces nuestra protagonista se adapta al sonido que tenga a bien construir la consonante que le sigue, convirtiéndose en palatal cuando pronunciamos la palabra roncha, ya que la che adopta esta forma palatal, o en labiodental si la palabra pronunciada es la palabra enfermo, ya que labiodental resulta en este caso el sonido de la efe. Yo no sé a ustedes pero, en lo que a mí respecta, esa capacidad camaleónica de la ene no deja de resultarme de todo punto asombrosa. Claro que, como a todo hijo de vecino, también a la ene la pueden surgir problemas de relajación. En su caso, estos problemas se acentúan cuando la ene va seguida de una ese, relajación ésta que debiéramos esmerarnos en corregir para que, pongamos por caso, la palabra construir sonara a lo que tiene que sonar sin que su sonido llegue a degradarse hasta un extraño kostruír, y los monstruos siguieran sonando como tales sin llegar a la monstruosidad de quedar convertidos en unos deformados móstruos. Mención aparte merece el caso de la palabra consciencia, palabra ésta en la que aconteció el proceso contrario, es decir, perdió ya hace mucho tiempo, no la consciencia de sí propiamente dicha sino la ese de la palabra en su lucha con la ene por hacerse un hueco en la consciencia de los hispanohablantes, quedando al final la tal consciencia convertida en mera conciencia. Esta mutación fue bien acogida tanto por los hablantes de a pie como por letrados, bachilleres y académicos de variado signo y condición. Finalizando ya, conviene reseñar también que también se utiliza la ene, la ene a secas, cuando queremos dejar constancia de un nombre que o bien no lo sabemos o sabiéndolo no lo queremos decir a las claras por las razones que sean, y decimos eso de llámale ene como otros dicen eso de llámale equis. Por último, quizás no esté de más comentar que la ene, como si de un ascensor se tratara, sirve además de todo lo dicho para elevar los números a un estado de indeterminada potencialidad. Así, si yo elevo diez ene veces, lo que estoy haciendo es elevar el número diez a un número indeterminado de veces, número indeterminado éste para el cual utilizo el signo de la ene. Esta función llamémosla mecánica de la ene no ha sido valorada todo lo que se debiera.

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