jueves, 31 de diciembre de 2009

AÑORANZAS DE LUZ

Me admiró que existiera tanta oscuridad. Fue cerrar los ojos durante unos minutos y todo se fue llenando de más y más oscuridad, de forma tal que unas oscuridades tenían que condensarse para dejar paso a otras oscuridades que acababan de llegar y que reclamaban también su espacio en la humedad de mis ojos. Yo me decía para mis adentros que cuando quiere pasar algo lo más normal es que pase, así que no puse obstáculo alguno a que pasaran todas las oscuridades que quisieran pasar. El problema fue conseguir que se fueran. Para que salieran tuve que engañarlas, me refiero a las oscuridades, con la dificultad que suele tener este tipo de operaciones ya que para engañar a las oscuridades primero hay que engañarse a uno mismo. Noté que ya me había engañado lo suficiente cuando oí un ruido seco y algo mustio que llegó a mis oídos desde alguna parte de mi cerebro. Luego dejé de pensar, dejé incluso de desear, y las oscuridades poco a poco fueron saliendo por donde habían entrado. El olor que despedían sus cuerpos al irse despertó en mí viejas añoranzas de luz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario