viernes, 25 de diciembre de 2009

IMAGINAR

Imaginar el hondo cielo de sus ojos no deja de ser una literaturización, un capricho propio de quien está creando unos ojos y un cielo que en modo alguno le corresponden. En su juego de ficción, la callada palabra del creador persigue descifrar el mundo, y para ello lo sueña, y todo este trajín de descifrar y soñar lo hace para que algún día pueda hablar de los sueños en flor y para poder decir, ese mismo día o al día siguiente, que el mundo era aquello que soñó. Pero pretender estar en las cosas, en todas las cosas, y pretender además que esa estancia sea una estancia radical, de cuerpo entero, es demasiado pretender. Al final, porque todo tiene un final, aconteció lo inevitable: se deshizo su rostro todo, profundidades de ojos y cielos incluidos, ultrajado aquí y allí por los rigores del tiempo y la desmemoria, hasta que apenas si quedaron de él un puñado de dignos despojos. Y vuelta a empezar. El poeta siente, y eso le fuerza a ser.

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