viernes, 18 de diciembre de 2009

LA KA

Su nombre es ka, la ka, y no sirve para echársela en el pelo porque se trata de una letra. Si son muchas se las dice kas, aunque rara vez se ven muchas ya que sólo se emplea con palabras que tienen por origen o destino el afamado distrito madrileño del Valle del Kas, el griego clásico o cualquier otro idioma extranjero en general. En las voces de origen patrio, el sonido de la ka permanece más o menos camuflado cuando se mezcla con vocales como la a, la o, o la u, ya que entonces se asemeja al sonido de la ce fuerte, y cuando es con la i y la e, entonces pareciera como si el sonido apropiado fuese el de la cu. A pesar de su inutilidad general, inutilidad que llevó a más de un sesudo académico a pensar que bien pudiera desaparecer de nuestro alfabeto, la ka fue tomada del latín, que a su vez lo adoptó de la kappa griega, que a su vez la importó del kaf fenicio. En mi opinión, el proceso de globalización le ha sentado bastante bien a la ka. A diez mil metros de altura, en el alfabeto aeronáutico internacional, si quieres decir ka tienes que decir kilo, para evitar confusiones que pudieran resultar fatales entre, pongamos por caso, el aeropuerto de kádiz y la kasa del piloto. La k es también el símbolo por excelencia del kelvin, que es la unidad de temperatura, y su vitamina, la vitamina k, tiene un montón de propiedades cuya ausencia provoca un montón equivalente de problemas. Pero tampoco conviene exagerar ya que, a diferencia de lo acontecido con las ies, no se conoce a nadie que haya muerto o haya sido asesinado por una ka de más o de menos.

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