martes, 8 de diciembre de 2009

LA CRUZ

Decidió ser hombre y cargar con la cruz que le había tocado en suerte, y como la cruz en cuestión no era otra que la de hacernos reír y llorar de forma alternativa y constante, pues resultó ser un tipo tragicómico, personalidad ésta bastante jodida de llevar y mal pagada casi siempre. Para sobrevivir en medio de tanto trajín emocional, aprendió a mezclar alternativamente agradecimiento con perplejidad, como aprendió también a navegar perdido entre los agradecimientos o a quedarse inmóvil en el mar de las perplejidades, según y como las circunstancias aconsejaban una cosa o la otra. Por las noches, en vez de dormir, se dedicaba a follar con su mujer a calzón quitado, y cuando no era el caso de la folladera, entonces tanto él como su mujer se dedicaban a llorar como benditos y a imaginar la soledad en que quedarían cuando traspasaran las puertas del purgatorio. Coincidiendo con las horas de folladera o de lloriquera, un astro nocturno de dimensiones brutales se desplazaba por entre las azoteas de la ciudad, de forma tal que sólo cuando éste daba por terminado su paseo se podía mirar hacia arriba y ver la bóveda celestial toda cubierta de sueños y estrellas. Cruces a parte, fue feliz, y como sea que su vejiga estaba un día estropeada y otro día fuera de servicio, no se sabe si murió cuado iba o cuando venía.

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