viernes, 18 de diciembre de 2009

PROFUNDOS SECRETOS

Los profundos secretos, encallados primero y perdidos después en algún lugar entre el espejo y la tinta, emergieron de nuevo en busca de aquel piadoso animal de inocente culpabilidad que se había empeñado en vivir vidas ajenas y que murió victima de unas malas fiebres después de un atracón de realidad. Hay que decir de esta rata mística que, en el entreacto de un verano loco, mucho antes de su irremediable encuentro con la parca, tomó la decisión de construir un tranvía verde que le sacara de esa galerna de historias inacabadas en la que vivía. Para financiar la operación tuvo que tomar algunas decisiones dolorosas. La primera fue vender la charcutería para dedicarse al videoarte, y la segunda consistió en llegar a un acuerdo con sus personajes para organizar la búsqueda conjunta de la redención. Nada funcionó. Los días pasaron uno tras de otro dejando en las niñas de sus ojos aluviones de soledad extrañada, en su corazón minucias obsesivas de odio, asco y miedo, y en su cabeza la certeza de que, descubierta la gaseosa, poco o nada de importancia quedaba ya por hacer. Al final, todo el legado de Humboldt y el de un Byron enamorado quedaron en eso, en un tiempo curvo de incorpórea desazón.

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