Que
no es aire, ni jaspe, ni trigo, le decía la madre de su abuela, lo que ilumina
tu cuna calcio amontado, y permíteme que insista, hijo, en lo que ya te dije
ayer, o antesdeayer, que ya no me acuerdo: esa sed de arena y el agónico
retrogusto a ceniza ciega que se acomoda en tu paladar no provienen sino de una
luna de sal que habita en el techo de tu habitación y de ahí baja a tus sueños.
Duerme tranquilo. Los sueños de insepulto sufrimiento y lóbrega dentadura
también son vida, pero menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario