Un catálogo de aguas profundas y turquesas, y el continuo
goteo de signos húmedos, anunciaban a las claras la llegada del espumar de las
olas batidas entre las piedras. Allí se
dieron cita los refugios de mojado basalto, las madrigueras de algas que surgen
del abismo, y el gran relámpago de boca herida que atraviesa el aire buscando
un alma a la que partir en dos. Atrás quedaba, cómo no, la maltratada estrella
que agota su luz entre un mar de patanes.
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