Acostumbrada como estaba a acostumbrarse a la pura costumbre, se obligó a
sí misma a callar para ser fiel a su costumbre de no decir ni pío, o si lo
prefieren y así lo ven más claro, diremos que se obligó a sí misma a callar
para ser fiel a su costumbre de no decir ni esta boca es mía. Este constante
enmudecimiento, empero, no la procuró inconveniente alguno ya que, como espero
haber dejado claro, estaba perfectamente acostumbrada a la costumbre de tener
el pico bien cerrado y no decir ni mú.
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