martes, 23 de abril de 2013

EL DON DE MEAR

Tenía el don de mear con un día de adelanto, de ahí que, cuando meaba contigo, podía comentarte como si lo hubiera vivido las grandes pinceladas de lo que pasaría en las veinte cuatro horas siguientes sin más limite que la duración de la meada en cuestión. Sus pronósticos, como los de las pitonisas, resultaban sumamente crípticos, las más de las veces oscuros, pero rara vez erraban. La última vez meó solo contra la pared del colegio y llamó la atención de un perro, una lagartija y una docena de hormigas negras que pasaban por ahí. 

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