domingo, 14 de abril de 2013

SED DE ENTREMUSLOS


Nunca supo gestionar deseos y, ya fuese pecado, delito, falta de moral o enfermedad aquello que trastornaba su ser, lo cierto es que poco o nada hizo por mitigar su sed de entremuslos y su ansia de rocíos. Así las cosas, a nadie le extrañaba que se entremuriese de puertas a dentro y que, de puertas a fuera, su alma apareciera como desterrada de los bares y por ende del paraíso, por un dios ciertamente poderoso. 

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