Aquellas
pequeñas olas de dedos conformaban una especie de amenaza que, como si de una
reverencia antigua y triste se tratara, resultaba terrorífica a fuerza de
convincente. La locura de su rostro esmaltado y severo, la espasmódica lentitud
de sus gestos, reflejaba bien a las claras el misterio del que era portador y
la evidencia de estar en presencia de un alma en caída libre.
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