En
su cabeza resonaban voces mientras pensaba en siete cosas a la vez, pero no
siempre eran las mismas voces y pocas veces eran siete. A veces se sentía raro,
como desprovisto de presencia humana. Claro que su mundo era otro. Antes de la
partida al nuevo barrio las experiencias del alma sucedían con parsimonia,
incluso cabría pensar que con cierta desgana; tras la larga marcha, las retinas
de sus enormes ojos castaños no daban a vasto procesando más y más información
toda ella valiosísima y toda ella novísima. No había desperdicio.
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