Muta el tiempo y en su mutar, deja huérfano de sentido un sinfín de
palabras y otro sinfín de sentimientos que, entrelazados y vistos en sí mismos,
bien pudieran parecernos dignos de eternidad. Sin ir más lejos, aquél hombre con
apariencia de bueno que yace allí en un banco del Parque del Buen Retiro, bien
se merecía una eternidad para él solo. Y ese sol que combate por sobrevivir en
medio de una descomunal guerra de estrellas, bien pudiera también brindarnos su
luz eterna. Pero claro, muta el tiempo y en su mutar, nada respeta.
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