Cansada
y hasta diríase que algo desvanecida de tanto buscar, sólo pensaba en llegar a
un lugar absurdamente alto, a un lugar en el que miraría a su alrededor y no
encontraría nada que mirar. Para eso no necesitaba más que un pomelo y una
sonrisa. Eso era todo. El caso es que la noche, la vida misma, se le había
echado encima y no terminaba de encontrar ni la sonrisa ni el pomelo. De ahí su
cansancio.
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