Para cuando se declaró inocente la tontería ya estaba hecha, y quizás por
eso conviene levantar acta de lo que pasó. Lo que pasó fue que los mozos del
pueblo cantaron y bailaron durante muchas horas alrededor del árbol, hasta que
hubo uno, el de la tontería, que se subió a él y declaró su intención de no
bajar bajo ningún concepto. Allí permaneció durante más de tres noches con sus
días hasta que a la madre del arborícola, llegada la cuarta noche, le pareció
que el asunto pasaba de castaño oscuro y decidió poner coto al espectáculo.
Pasó mucha vergüenza y nunca se lo perdonó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario